Le robó las horas de sueño, las sonrisas y las mariposas del estómago.
No se dignó ni a revolver ni a despedirse. Y ella, que guardaba una larga conversación pero no con palabras sino con silencios y miradas, porque pensaba que era lo que él necesitaba y no veía que era lo que ella quería que necesitara. Que nadie necesita nada que no quiera.
Por fin, un día de aire enrarecido y calles mojadas llamó otra vez, quería comprobar, quería probar, quería... encontrar cualquier cosa excepto aquello que encontró. A un desconocido, extrañado de su existencia, confuso y lejano, tan lejano que parecía que jamás hubieran compartido el cepillo de dientes.
Quién sabe, igual fue ella la que cambió eso que llamaba sueños por petites morts, y también puede que fuera la responsable de perder sonrisas mientras buscaba mariposas que puede que nunca fueran tales, sino miedos a que esos sueños se materializaran y dejaran de dar sentido a sus horas muertas.
¿Tiene sentido? ¿Tenía sentido?
¿Es que acaso algo lo tiene?
sábado, 29 de mayo de 2010
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