martes, 16 de febrero de 2010

Absorta en el absurdo

Alguna idea revoloteándome, muy lejos aún de madurar, evita mostrarse claramente. 

Creo que sólo necesito dormir, no pensar, más.

Siempre me visita la misma reflexión cuando preparo o vacío la mochila, no puedo evitar comparar los viajes con las mudanzas, no hablo de grandes movilizaciones, con pequeños desplazamientos basta. Ligeros cambios que obligan a concluir una etapa, aunque sea por la inevitable reminiscencia que acompaña a todo este proceso de preparación y movimiento. Me gusta. Reviso acontecimientos, prioridades, pensamientos y actitudes desde una perspectiva más amplia.

Necesito estos alejamientos del mundo exterior, de mi mundo interior, cada vez más frecuentemente. Es un tanto preocupante que transcurrieran apenas dos semanas desde mi última huida y ya me sintiera, no, peor aún, me encontrara estancada. En estado de espera impuesta, a la expectativa de oros, bastos, copas y espadas. Teniendo que cumplir palabras que nunca di, y callándome otras que gritaría, ahogándome en compromisos sin sentido, si sólo fuera uno... pero son muchos, son muchas cosas, y lo peor de todo es que al volver veo que muchas de ellas siguen ahí, que hay cosas que realmente tienen importancia y por mucho que intente adoptar una visión más despegada respecto a mi ser, siguen pesando.  

Nunca palabras en un idioma incomprensible para mi limitado conocimiento me asustaron tanto, y por favor, que sea solamente yo la que tenga que guardar esa última imagen traumática en la retina. Sólo pido eso.

¿Cómo llegué a esto? Ya no hay estación que me excuse, sí, es verdad que el tiempo me afecta demasiado, pero ni con esto puede. Ni siquiera el perro de las lágrimas podría. Bah, para que preocuparse más, mientras antes se toque fondo, antes se esfuman los miedos racionales, que con los otros no hay nada que hacer.

Dejé de creer en el destino, en que las casualidades no existen, en que todos somos especiales y en las medias naranjas, bueno, eso creo que fue lo único que nunca me tragué. Y quizá debería haberme entregado más a la vitamina C que a la adicción al coctel de adrenalina, serotonina y dopamina que me ha llevado a dejar de ser un fin en mi misma. No creo tener un sino, simplemente me he dejado llevar por impulsos que me han convertido en un animal que lleva a los demás a un fin que, por lo menos, espero que les nutra. A mi sólo me calma brevemente esa sed insaciable y me pinta sonrisas pasajeras, como yo. Pero algo no encaja, hay alguna cosa que no encajo como me gustaría.

Finalmente la conclusión, las especulaciones han dejado de revolotear mostrándose desnudas ante mi, y ahí está, maldita sea, es mi inmadurez para afrontar las consecuencias de mis actos y de los inevitables reveses de la vida. 
¿Y eso, cómo se hace? 
Ojalá la almohada me regale la respuesta.

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