martes, 29 de diciembre de 2009

Hibernum


Finalmente llegó el muy cabrón.
Y con él se acabaron los paseos por la playa.
Miento.

Hace mucho que no respiro la brisa yodada y no es por culpa del invierno. Es porque no me apetece salir de casa si no tengo un buen motivo, ni volver a ella si no tengo otro.

Ni siquiera la brisa se parece a aquella que nos quemaba aquel día cuando te volví a envolver con las piernas en el agua escandalizando a las marujas.
Ya no te acordarás de lo escribo, pero yo tengo una foto de una casa en ruinas que me arranca pícaras sonrisas.
No preguntes el porqué.
Siempre me ha podido el morbo.
¿Recuerdas el campo de naranjos que nos clavó piedras por todo el cuerpo?
Que más dará.
Igual sin esa foto ni yo misma me acordaría.
Miento otra vez.

Ahora todo es diferente, cambié la refrescante cerveza por el cálido vino.
Ahora me meto en los baños en busca de calor, de roces fugaces y gemidos mudos.
Sinceramente, el "ahora" está de más, esta es una mis sanas costumbres que me gusta mantener a lo largo de todo el año.

Y me siento bien conmigo y por eso también me siento bien contigo. Ya no le doy vueltas a las cosas obsesivamente, y me va mejor, mucho mejor, aunque a veces necesite una patada para salir de ciertos círculos viciosos en los que tengo la maldita manía de meterme, torpe mente, sin razón.




lunes, 28 de diciembre de 2009

Tacones húmedos





Hacía tanto tiempo que no se permitía soñar despierta que no se dio cuenta de que ya no llevaba las alas de la imaginación puestas y que su modo de vida la estaba llevando directamente al abismo. No por ser autodestructivo y caótico sino justamente por lo contrario.


Hasta que una noche con ese tipo de pensamiento genial que el alcohol te cede a cambio de la lucidez convencional, se percató de que el tiempo se le había escapado entre cenas y reuniones como la que acababa de concluir, que ya no volvería a ser joven. No era el ser joven sino lo que se vive siendo joven, lo que la sociedad te permite hacer en esos años, o por lo menos lo que acepta pasar por alto y posteriormente te niega rotundamente.


Las paredes de su tranquilo hogar empezaban a estrecharse, necesitaba aire. Salió a dar una vuelta y se dirigió al río. Desde el puente, un poco asustada todavía, se asomó. El agua reflejó a una mujer domesticada y vacía. Esa mujer representaba todo lo que ella había criticado tan duramente durante su juventud.



Apartó la mirada, pensó en su marido, en su casa, en su antiarrugas de caviar de 200 euros, en la cena de mañana con su suegra, en decorar la casa por navidad, en su próximo aniversario... se volvió a asomar, ahora, el reflejo le miraba suplicante sin embargo no veía si lo que quería era que lo hiciera o que no. Se quitó los tacones y los lanzó con todas sus fuerzas hacia la mujer que la miraba. 


Gritó, gritó todo lo alto que pudo, maldijo, lloró. 


Se desnudó, su cuerpo perfecto resultado de años de anorexia y gimnasio se estremeció por el frío. Subió a la barandilla del puente. De pie con el viento agitando sus cabellos, los músculos tensos y la mandíbula apretada volvía a parecerse a la salvaje que algún día fue. 


Ya más relajada, en silencio y con los ojos bien abiertos se precipitó hacia las heladas aguas.

domingo, 27 de diciembre de 2009

El Hotel Existencia de Auster



TOM_ ¿Y qué pasó cuando terminó la guerra?

HARRY_ Renuncié a mis sueños de coraje varonil y noble sacrificio. El Hotel Existencia cerró, y cuando volvió a abrir unos años después, ya no estaba en una pradera de la campiña húngara, y ya no tenía el aspecto de un castillo barroco sacado de los bulevares de Baden-Baden. El nuevo Hotel Existencia era mucho más pequeño y de sórdido aspecto, y si queréis encontrarlo ahora, tenéis que ir a una gran capital donde la vida real sólo empieza después de oscurecer. Nueva York, quizá, o La Habana, o una de esas sombrías callejuelas de París. Entrar en el Hotel Existencia era pensar en palabras como alterne, chiaroscuro y destino. En hombres y mujeres lanzándote discretas miradas en el vestíbulo. Era perfume, trajes de seda y piel cálida, y todo el mundo andaba siempre con una copa en una mano y un cigarrillo encendido en la otra. Eso lo había visto en las películas, y sabía el ambiente que reinaba en el hotel. Los clientes del bar de abajo, tomando sorbos de martini seco mientras escuchaban el piano. El casino de la segunda planta, con la ruleta y los dados brincando silenciosos por el fieltro verde, el crupier del bacarrá hablando en murmullos con un empalagoso acento extranjero. El salón de baile en el sótano, con sus lujosos reservados de cuero y la cantante bajo los focos con su voz enronquecida del humo y su traje plateado. Ése era el conjunto de decorados que contribuía a la buena marcha de las cosas, pero nadie iba allí sólo por la bebida, el juego o la música, aunque la cantante de aquella noche fuera Rita Hayworth, a quien su actual marido y representante, George Macready, había traído en avión desde Buenos Aires para dar una sola función. Había que dejarse llevar un poco por la corriente, tomar unas copas antes de dedicarse en serio al asunto. Bueno, no era nada serio, sino más bien un juego: el entretenimiento infinitamente agradable de decidir con quién se subiría a la habitación aquella noche. El primer paso se daba siempre con los ojos; única y exclusivamente con los ojos. Se paseaba la mirada de una persona a otra durante unos minutos, tranquilamente, mientras se degustaba la copa y se apuraba el cigarrillo, sopesando las posibilidades, buscando una señal, quizá incluso incitando a alguien con una sonrisa o un toque en el hombro para atraer su atención. Hombres o mujeres, me daba igual. En aquella época seguía siendo virgen, pero ya sabía bastantes cosas de mí mismo para ser consciente de que me daba lo mismo. Una vez, Cary Grant se sentó a mi lado en el bar del piano y empezó a acariciarme la pierna. Otra, la fallecida Jean Harlow regresó de la tumba y me hizo el amor apasionadamente en la habitación cuatrocientos veintisiete. Pero también estaba mi profesora de francés, Mademoiselle Des Fôrets, una esbelta québécoise de piernas esbeltas y líquidos ojos castaños que llevaba los labios pintados de brillante carmín. Por no hablar de Hank Miller, el zaguero universitario y experto donjuán de último curso. Hank probablemente me habría matado a puñetazos de haberse enterado de lo que le hacía en sueños, pero el caso es que no se enteró. Entonces yo sólo estaba en segundo, y nunca habría tenido el valor de dirigirme a un personaje tan augusto como Hank Miller a la luz del día, pero de noche podía encontrarme con él en el bar del Hotel Existencia, y después de unas copas y de una simpática charla llevármelo a la habitación trescientos uno e iniciarle en los secretos del mundo.

TOM_ Imágenes masturbatorias de adolescente.

HARRY_ Como quieras. Pero yo prefiero considerarlo como señal de una rica vida interior.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Miedos

Creados o innatos, adaptativos o no, están ahí.

Puedes huir, puedes negarlo, puedes sencillamente aceptarlo y no afrontarlo, contemplarlo y no reaccionar.

Sin embargo puede que llegue un día en el que por circunstancias de la vida descubras sus ojos clavados en los tuyos, porque decidiste probar el mirarlo de frente. Y se sucede un duelo y no encuentras escapatoria, pero no porque no la haya, si no porque necesitas dar un paso más, derribar un muro para vencerlo, para vencerte.

Y te paralizarás, y te temblarán las rodillas, el pulso, la voz, el alma... pero podrás con él, o quizás no, pero por lo menos ya lo sabrás. La incertidumbre que casi asusta más que el propio miedo se habrá esfumado. Entonces serás un poco más libre, de tus fantasmas y de ti misma.


Paradójicamente acabarás diciendo que no era para tanto.



















jueves, 10 de diciembre de 2009

Non, je ne regrette rien

Y para hoy, una canción de Edith Piaf, 
que aparece, por cierto, en la película 
"Soñadores" de Bertolucci y en 
"La Môme (La Vie en Rose)", naturalmente.


Non, rien de rien 
Non, je ne regrette rien 
Ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal 
Tout ça m'est bien égal


Non, rien de rien 
Non, je ne regrette rien 
C'est payé, balayé, oublié  
Je me fous du passé 


Avec mes souvenirs 
J'ai allumé le feu 
Mes chagrins, mes plaisirs 
Je n'ai plus besoin d'eux...






jueves, 3 de diciembre de 2009

NOstalgia




"Buscar las raíces es una forma subterránea de andarse por las ramas" J. Bergamín




Esta noche quiero subirme a las ramas y no tocar más suelo hasta mañana, maldita sea...


Hace un rato que este animal se siente un poco fuera de lugar, no sabe si son las ganas de cambiar algo o cambiarse a si mismo. Tiempo ha que llegó a este árbol centenario y majestuoso, desde el cual podía ver bellísimas llanuras bañadas por el cálido Sol de entonces. No es que se fuera el Sol, pero ya no calienta como antes, no es que los campos nevados no sean hermosos, pero echa de menos el mar.

Sabe que nació a orillas del Pacífico pero no se acuerda, sabe que los mares europeos mojaron alguna vez sus plumas pero apenas guarda unas descoloridas instantáneas en su vaga memoria. Sabe que el mar que extraña no es uno en el que haya bebido alguna vez, es otra cosa... es la nostalgia lo que sopla en las ramas de la encina originando un murmullo suave y triste. ¿Acaso se puede añorar algo no vivido? Siempre pensó que no, pero ese impulso a volver a algún lugar donde jamás ha estado no puede ser otra cosa... a no ser que sea curiosidad, pero es tan melancólico que no parece esconder un deseo sino una necesidad resignada a no ser satisfecha jamás por las circunstancias de este extraño ser migratorio.




No es patriotismo, no es deseo de poseer, no es deseo de pertenencia a una región... es más sencillo y profundo. Como la morriña. Como la llamada que se siente, supone, cuando se extraña el lugar en el que se ha nacido y crecido. Y al volver chocar con ese violento huracán de emociones, esa presión en el pecho y esa humedad en los ojos. Reconocer cada esquina, abstraerse a cada paso hacia instantes vividos bajo ese cielo. Hundir los dedos en la tierra que le vio dar tus primeros pasos, sumergirse en el agua que le refrescaba cada sofocante verano. Y el día que se sintiera morir, poder volver a las raíces y alimentar a los gusanos que pueblan esa tierra. 

Solamente era eso.



Fotografía de Helen

lunes, 16 de noviembre de 2009

En una ciudad cualquiera



Los primeros rayos que penetraron en la diminuta habitación le obligaron a abrir sus pesados párpados. Una silueta formada por una espalda y una nuca a contraluz durmiendo a su lado le trajeron a la mente fragmentos de imágenes de las últimas horas. La memoria desperezándose y el amargo sabor a sueños en su seca boca fueron sensaciones determinantes para que despegara la cabeza de la almohada y se sentara en el borde del colchón mirando a la pared. Un montón de sonrientes desconocidos le suplicaban con la mirada clemencia. Su delito, quién sabe. Su condena, ser testigos de noches sórdidas los días pares y solitarias los impares.


Poco a poco consigue encontrar los trapos que llevaba ayer como ropa que habían acabado repartidos por toda al habitación. Aunque las odia, sabe que necesita esas mañanas de dolores de cabeza y sueños olvidados, de aire viciado mezclado con olor a humo y a perfume sudado. De huidas silenciosas de habitaciones desconocidas a una calle fría, húmeda, donde hace ya un rato que empezó el día y le recuerda el despojo humano que es.


El registro de los bolsillos reveló una llave numerada que acompañaba a un monedero vacío como su estomago. Caminó calle arriba o abajo, nunca tuvo muy claro qué parte era cuál en una calle. Poco a poco iba reconociendo edificios y escaparates.


En el fondo le gustaban esas noches de liberación en las que ella se miraba fijamente y se reconocía como lo que era, una perra casada demasiado joven que ansiaba morder, ser montada salvajemente, no que le hicieran el amor. Para eso ya estaba él. El único incapaz de reconocer lo que todo amante había visto en sus asfixiantes abrazos.


Por fin llegó al edificio testigo de sus eventuales transformaciones nocturnas, entrar ahí era como esconderse en la chistera de un mago. A los ojos de los espectadores, nunca entraba la misma mujer que salía, aunque por dentro de los disfraces se hallara la misma alma perdida.


Llamó al chófer para que viniera a recogerle y al servicio de habitaciones pidiendo el desayuno continental. Se duchó, se embadurnó de cremas y aceites perfumados, desayunó desnuda y sin demasiado entusiasmo se vistió.  Se puso el traje, la moral y la sonrisa de la esposa perfecta, cogió la maleta y se dirigió a la puerta del Hotel.


Llegó a su impresionante mansión y saludo a su hombre con entusiasmo comedido contándole acerca de su viaje. Mintiéndole con noches protocolarias de pijama y llamadas de teléfono antes de dormir, con una sonrisa pintada en la cara y un incendio en las entrañas. ¡Qué afortunada era!


sábado, 7 de noviembre de 2009

Robert Marpplethorpe








"El arte es el territorio de la libertad más radical" 

El trabajo de Mapplethorpe es el más fiel testimonio de esta máxima. Entre sus fotografías encontramos retratos de celebridades, flores, bodegones, desnudos, homoerotismo, BDSM... incluso se atrevió con el cine, filmó dos cortometrajes que por la temática y la crudeza de las imágenes no obtuvieron sino críticas.

Sabía jugar con el objeto, con la imagen. Tenía la capacidad de darle connotaciones eróticas a situaciones u objetos que per se no lo eran, y de quitarle toda vida a algunos de sus desnudos resultando estatuas clásicas que cumplían con el canon de belleza de la época, que él admiraba.

Este polémico artista representa muy bien la crisis de valores que acompañó al cambio de siglo. Sin pretenderlo, supuso un mito de la revolución homosexual en los años setenta y ochenta del siglo pasado en USA, convirtiéndose en icono del colectivo LGTB,

Sus exposiciones aún levantan grandes polémicas por contener algunas fotografías sexualmente muy explícitas.


A continuación varias instantáneas suyas:




Robert Marpplethorpe con su musa, Patti Smith







Patti Smith






Andy Warhol







Lisa Lyon





























Orquídea
























Black nude men

























Para terminar, unas palabras suyas.

"Nunca me gustó la fotografía. No la fotografía en sí. Me gusta el objeto. Me gustan las fotos cuando las tienes en la mano".

"Yo busco lo inesperado. Busco cosas que nunca he visto antes... Estaba en una posición en que podía tomar las fotos. Me sentí en la obligación de hacerlo".




Tarántula




Si desperté tu curiosidad y quieres saber más acerca de él:

http://www.mapplethorpe.org/

Robert Mapplethrope: retrospectiva 1980-1988

Robert Mapplethorpe: una biografía. Patricia Morisroe




Robbert Marpplethorpe 1946- 1989

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Adiós Granada

y vuelta a la realidad, ducha fría...

jueves, 22 de octubre de 2009

NOTA MENTAL: abolir el "pantojismo"

Mejor dicho, MI "pantojismo". Cada cual elige vivir las relaciones interpersonales a su manera, esto no quiere decir que se puedan o deban controlar las emociones. Lo que sí intento es reinterpretarlas de una forma que me beneficie o por lo menos que no me perjudique. Evitando incurrir en la psicosis, claro. Mejor me explico.

Este mes he vuelto a caer en una espiral de "pantojismo", de sentimentalismo autodestructivo y empalagoso, valga la redundancia. Maldito otoño... no, la culpa no es del otoño, ni del mes, ni de la tormenta de anoche, ni de la telefonía móvil, ni de internet, ni del café. La culpa... la culpa es de los modelos inconscientemente aprehendidos durante la socialización que habitualmente tiendo a imitar. Aunque tampoco, pues en el momento en que estos comportamientos, sombra de patrones, se hacen conscientes, soy la única responsable de mi histérica actitud. Ya que lo sé, necesito trabajar en ello, si una vez pude con él, ¿por qué no ahora?

Tengo la impresión de que han pasado años, cuando en realidad apenas me separan escasos meses. Gracias a ella, aborigen de la montaña, aventurera de mente infinita y reacciones explosivas. Que me descubrió las relaciones infinitas, que intuyó que era el momento y me dio algo tan grande que no tengo brazos para abarcarlo. Tal vez sea mejor así, para no encarcelarlo y que pueda volar libre.

Viajábamos por una sinuosa carretera de La Vall de la Gallinera. Montañas mediterráneas, olor a pino, a arcilla y a tomillo; mil grados de temperatura, yo leyendo el texto, ambas debatiendo. Ambas creciendo.



"Relaciones Infinitas", texto original de David Sandstrom publicado en el fanzine sueco Handbook for Revolutionaries.

Dejo un enlace porque aunque no compartas sus ideas, es bastante interesante y enriquecedor conocer un punto de vista diferente.

http://www.crimethinc.com/espanol/relaciones.html

domingo, 18 de octubre de 2009

"El loco" Gibrán Jalil Gibrán

Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió. 
Un día, mucho antes de que nacieran algunos dioses, desperté de un profundo letargo y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando: 
-“¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!”
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, algunas personas, llenas de horror, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:  
-“Miren! ¡Es un loco!”  
 Alcé la cabeza para mirarlo, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité: 
-“¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!”

Fue así que me convertí en un loco.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.

viernes, 16 de octubre de 2009

La Valletta

El furioso romper de las olas se percibe como un murmullo en esa plaza de suelo arenoso. Su exuberante vegetación y la noche guardan encuentros furtivos, atemporales, como el entorno en el que tienen lugar.

Al fondo, un portón de madera incrustado en una enorme pared de piedra caliza. Recuerda a una iglesia, quizás porque a veces sirve como tal.

Dos personas se han sentado a sus pies, una frente a otra mirándose hebrias y divertidas. Han dejado atrás miedos y contradicciones tan habituales en nosotros, los seres humanos, como la necesidad de control o la idolatría. Sí, lo que ha ganado la alcoholizada carrera de impulsos es el deseo de probar el sabor de ambas bocas, porque sus olores los conocen mejor que a sus propias vidas.

Unos labios sonríen, otros se acercan peligrosamente y se abren paso a través de la sonrisa. Las respiraciones, el son del mar, el crujir de la arena, las lenguas, se mezclan durante segundos, meses, años...

De pronto, se crea un abismo.

- No podemos.- dice incorporándose la que está tumbada en la arena dejando sin besos ni palabras a la mujer que tiene sentada sobre sus caderas- esto es Malta, ya sabes que sería de nosotras...

Mientras oye argumentos insostenibles se recuerda a sí misma años atrás llena de dudas y miedos.

- Claro... no pasa nada.- contesta finalmente con una mueca que recuerda vagamente a una sonrisa. Aunque duda que ella consiga verle a tantos kilómetros de distancia.

Sabiendo terminado ese momento se deja llevar lanzándose al vacío y robandole el aliento por última vez. Se levanta sin dejar de sonreir, llena de vida. Le tiende una mano y le regala una mirada, ojos llenos de preguntas sin respuesta. Sí, ella es capaz de expresar todo eso porque así lo está sintiendo.

El crujir de los lentos pasos se va alejando dejando lugar otra vez al eterno rumor marino.

Las dos siluetas negras se van perdiendo en el horizonte.

La de la derecha piensa - Qué acabo de hacer...

La de la izquierda otorga.

Porque al final una decide qué decir, qué hacer y qué callar.

martes, 6 de octubre de 2009

Richard Avedon


Dos años atrás, visitando el museo Louisiana tuvimos la suerte de coincidir con una exposición titulada "Richard Avedon. Photographs 1946-2004". Encantados con el hallazgo, recuerdo ir comentando entusiasmada con mi hermano los trabajos expuestos. Casualmente hace unos días un amigo me contó una experiencia similar vivida este verano en el MoMa. A raíz de esta conversación se desperezó mi curiosidad y comencé a buscar más información acerca de su trabajo y su vida.

Me encontré a un polifacético fotógrafo que fue todo un revolucionario en su campo. Tanto por el contexto en el que tomó las instantáneas, especialmente dentro del mundo de la moda, como por el método utilizado. Consiguiendo así ver, extraer y expresar la esencia de los diferentes modelos en sus trabajos.
Retrató al genero humano en su totalidad, desde un mundo lleno de lujos y excesos como es el de la moda, pasando por las grandes personalidades de la época, hasta humildes personas del oeste estadounidense separado y diferenciado totalmente del otro mundo y en definitiva, del sueño americano.
Encontré también entre el grueso de su trabajo impactantes fotografías de los enfermos de un hospital psiquiátrico y una serie que le hizo a su padre los 7 últimos años de su vida sobrecogedora.


A continuación unas pocas fotografías suyas:
















"Dovima con elefantes" 1955
















"Lauren Hutton" 1968








"Bob Dylan"










































"Arundhati Roy" 1998























3 fotografías de la serie "In the American West"




























































Su padre, Jacob Israel Avedon.























Me gustaría añadir que el objetivo real de esta entrada no era evaluar su trabajo ni deshacerme en halagos hacia su persona sino picar la curiosidad para que cada uno indague.
Espero haberlo conseguido y que con ello que disfrutes tanto como yo descubriendo a este brutal artista.


"New York live #8" Harlem, 1949





















Si te gustan las imágenes te recomiendo mirar en esta web y estos libros:

http://www.richardavedon.com/

"An autobiography" Richard Avedon Avedon, 1993

"In the American West" Richard Avedon Avedon, 1985




"Si pasa un día sin que haga algo relacionado con la fotografía, es como si hubiera dejado algo esencial de mi existencia, como si hubiera olvidado despertarme. Sé que el accidente de que sea un fotógrafo ha hecho mi vida posible" Richard Avedon.





















Richard Avedon 1923- 2004

lunes, 5 de octubre de 2009

Casi las tres. Octubre recién estrenado, melancólico y silencioso se abre paso en mi leonera. Todo es tan... estéril.

Un leve gemido asciende desde mis pies. Sí, para ella también llegó el otoño. La joven pantera que acompaña mis días está perdiendo al hijo que nunca tuvo.

La oscuridad danza al ritmo de nuestras tranquilas respiraciones, la miro absorta, o lo que es igual, miro al infinito, reflejo de mis reflexiones, cada vez menos ricas, cada vez más primitivas. Quizás porque me fui perdiendo, porque con cada beso que regalé, se me escapó un fragmento del alma, quedando únicamente el absurdo envoltorio que la reservaba sin demasiado entusiasmo.

Buscaba nutrirme en un mundo degenerado, buscaban nutrirse de un ser en decadencia.

Y ahora, con la piel surcada de arrugas y las primeras canas, miro atrás y no veo. Busco y no encuentro. Interacciono con la gente y las miradas no se cruzan. En un mundo automatizado me quiero mover y los hilos de la inmensa red a los que estoy enganchada me lo impiden. Me abriría en canal para abandonar este caparazón de carne y vello si no intuyera que nada queda dentro que pueda salir volando, aunque sea para quemarse con el Sol y morir.

Ya no me llena ni el húmedo aire de esta oscura estación.

Un llanto nace de mis pies.

¿Cómo debe ser recibir un abrazo de alguien vacío?

Se tranquiliza. Tal vez también consuela.

"Demian" H. Hesse

Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan dificil?

INTRODUCCIÓN

Para contar mi historia tengo que empezar muy atrás. Si fuera posible, tendría que remontarme más, hasta los primeros años de mi infancia e incluso hasta la lejanía de mi procedencia.

Los poetas, cuando escriben novelas, acostumbran a actuar como si fueran Dios y pudieran dominar totalmente cualquier historia humana, comprendiéndola y exponiéndola como si Dios se la contase a sí mismo, sin velos, esencial en todo momento. Yo no soy capaz de hacerlo, como tampoco los poetas lo son. Sin embargo, mi historia me importa más que a cualquier poeta la suya, pues es la mía propia, y además es la historia de un hombre: no la de un ser inventado, posible, ideal o no existente, sino la de un hombre real, único y vivo. Lo que esto significa, un ser vivo, se sabe hoy menos que nunca, y por se destruye a montones de seres humanos, cada uno de los cuales es una creación valiosa y única de la naturaleza. Si no fuéramos algo más que seres únicos, sería fácil hacernos desaparecer del mundo con una bala de fusil, y entonces no tendría sentido contar historias. Pero cada hombre no es solamente él; también es el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y nunca más, se cruzan los fenómenos del mundo de una manera singular. Por eso la historia de cada hombre, mientras viva y cumpla la voluntad de la naturaleza, es admirable y digna de toda atención. En cada uno se ha encarnado el espíritu, en cada uno sufre la criatura, en cada uno es crucificado un salvador.

Pocos saben hoy qué es el hombre. Muchos lo presienten y por ello mueren más tranquilos, como yo moriré cuando yo haya de escribir esta historia.

No puedo adjudicarme el título de sabio. He sido un hombre que busca, y aún lo sigo siendo; pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino que comienzo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre. Mi historia no es agradeble, no es dulce y armoniosa como las historias inventadas. Tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que ya no quieren seguir engañándose a sí mismos.

La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero. Ningún hombre ha llegado a ser él mismo por completo; sin embargo, cada cual aspira a llegar, los unos a ciegas, los otros con más luz, cada cual como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin, los restos de su nacimiento, viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primario. Unos nunca llegan a ser hombres; se quedan en rana, lagartija u hormiga. Otros son mitad hombre y mitad pez. Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre. Todos tenemos orígenes comunes: las madres; todos procedemos del mismo abismo; pero cada uno tiende a su propia meta, como un intento y una proyección desde las profundidades. Podemos comprendernos los unos a los otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno.