lunes, 15 de noviembre de 2010

Me acuerdo que aquel día comí tan tarde que ya habían acabado los telediarios y en los canales que ofrecen 24 horas de noticias hablaban de fútbol. Sin demasiada esperanza de encontrar algo que robara mi atención zapeé, buscaba algo que me arrancara mi realidad inmediata. Nunca me gustaron ni la programación de tarde, ni la sección de deportes del telediario, ni las rutinas. La repetición diaria de una serie de acciones de forma automática, sin cabida para la espontaneidad, sin posibilidad de arrancarle 15 minutos más a las sábanas. No llevo tanto tiempo atrapada en esto y no me va a matar, pero no me gusta.

De pronto una serie de imágenes se sucedieron en la pantalla. Pertenecían a un artista valenciano que, la verdad, no me interesaban demasiado, hasta que apareció el cuadro.



















El hortelano_ La Osa Mayor/ Megrez



Dos segundos en la pantalla. Un par más en mi retina. Sin embargo, días en mi mente grabada a fuego. 

El arte es algo subjetivo, ahí está lo brutal. Como dijo una vez un profesor de historia de la estética que tuve "El arte es el territorio de la libertad más radical".

Para mí esta pintura es la antítesis de San Juan de la Cruz de Dalí, en la que este se está situando, nos está situando, por encima de la religión, de Dios y del mundo terrenal. Sin embargo en la Osa Mayor el ser es únicamente eso, no es un Dios ni casi un ser humano, es más sencillo, más animal. No mira, únicamente respira, siente, fluye.

Es también Jim Carroll tumbado en la azotea masturbándose bajo el cielo de Nuevo York.

Es Richard saltando por la ventana mientras Clarissa lo observa horrorizada.

Es el momento que se sucede al orgasmo.

Es el primer viaje de heroína.

Sólo existe la tierra que humedece tu espalda, el aire que acaricia tu cuerpo y el cielo que te arropa. 

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