martes, 3 de mayo de 2011

las melodías del Théâtre du Fil

"... si me preguntaras cuándo he sido más feliz [...] recuerdo que desperté esa mañana y sentí ante mí un mundo lleno de posibilidades. Y pensé- así que es aquí cuando la felicidad comienza, a partir de este instante y siempre irá a más[...] y no me dí cuenta de que ese instante, justamente eso era la felicidad..."
Clarissa Vaughan_ "Las Horas"


Yo creí también que la felicidad sería eterna porque somos los responsables de las adversidades de nuestra vida. Supongo que Julia Vaughan tenía razón, es parte del ser joven, del ser una joven con suerte, claro. Con una vida que te llena tanto que rezumas plenitud y entusiasmo por todo los poros. Brillas con luz propia, inocente, pensándote conocedora de grandes verdades, ya mirando hacia atrás creyendo cargar con mucha experiencia; indestructible, inmensa.
Y se apaga esa llama que te calentaba por fuera, puedes con todo, arde fuertemente en ti la energía de la mocedad. Pierdes amistades, ya sabes, el vivir. Ocurrirá una y mil veces.
Te emancipas, pierdes un trabajo, puede que varios, pasas penurias económicas, pero hasta eso te hace grande pues te ves capaz, autónoma. Pasa el tiempo, y ves que además de tener la sonrisa entre paréntesis varios surcos atraviesan tu frente, y unos rayos parten de tus ojos a las sienes y las mejillas, souvenirs de una vida exprimida al máximo con sus obstáculos, claro, consecuencia de la inconsciencia. Gracias a esa sabiduría que te da el fracaso te sientes preparada para todo y sigues siendo un gigante, cansado, pero eso no lo sabes porque sin darte cuenta has dejado de tener momentos de soledad.
Una llamada trae malas noticias, nada nuevo, pero incómodo.
Eres el último mono en la empresa, así pasas de preocupaciones, no te agobias, nunca fuiste demasiado ambiciosa. Aunque empieza a molestarte no serlo pues te rodeas de gente que tiene grandes metas en su vida y te da vergüenza reconocer que no aspiras a un gran sueldo, ni a mantener un trabajo durante una década, ni siquiera sabes si vas a permanecer más de 7 años en un mismo país. Todo esto se traduce en que todo lo que has aprendido, todo aquello que te ha brindado tu vivir roza el ridículo.
Llueven máscaras.
Confusa continúas, pues tu vida a cobrado un ritmo vertiginoso, un montón de obligaciones esperan, además de otras desgracias que se están gestando. Sabes que estás a tiempo de intervenir, de ayudar, pero las veces que ha estado en tu mano hacer algo que implique a otras personas la has cagado. Y ahora, por supuesto no es algo diferente, tomes el camino que tomes alguien a va a acabar jodido, pero el quedarse de espectador no es una opción, y has de decidir.
Decides.
Pasa un mes sin desgracias descomunales, sientes vértigo, sigues a la espera de un revés que nunca llega, no eres capaz de abandonar el estado de alarma.
Solamente estás pasando el síndrome de abstinencia de malas nuevas, y todo lo que queda es... vacío.

Bucay en las cartas a Claudia decía que toda vida se puede interpretar en términos de historias felices de aprendizajes y superaciones o de tragedias, pues todos tenemos una posible interpretación trágica de nuestra existencia para poder hacer un film melodramático para las llorosas digestiones de los domingo (eso lo digo yo). Es un poco odioso que venga un escritor de libros de autoayuda a convertir los duelos en algo kitsch, no me gusta.

Así que lo aparto de mi pensamiento de una (merecida) patada y me quedo con mi rumiación inconsciente traducida en la escucha obsesiva de música representante de tiempos mejores y mis rituales rutinarios que facilitan el comienzo del día para tener AMP y una sonrisa de payasa pintada al público.

Y todo aquello que queda es nada y viceversa.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario