jueves, 7 de enero de 2010

Soliloquio de Hamlet.


Ser o no ser, 
esa es la cuestión: 
si es más noble para el alma soportar 
las flechas y pedradas de la áspera Fortuna
o armarse contra un mar de adversidades 
y darles fin en el encuentro. 
Morir: dormir,nada más. 
Y si durmiendo terminaran las angustias 
y los mil ataques naturales 
herencia de la carne, 
sería una conclusión seriamente deseable. 
Morir, dormir: 
dormir, tal vez soñar. 
Sí, ese es el estorbo; 
pues qué podríamos soñar 
en nuestro sueño eterno 
ya libres del agobio terrenal, 
es una consideración que frena el juicio 
y da tan larga vida a la desgracia. 
Pues, ¿quién soportaría 
los azotes e injurias de este mundo, 
el desmán del tirano, 
la afrenta del soberbio, 
las penas del amor menospreciado, 
la tardanza de la ley, 
la arrogancia del cargo, 
los insultos que sufre la paciencia, 
pudiendo cerrar cuentas uno mismo 
con un simple puñal? 
¿Quién lleva esas cargas, 
gimiendo y sudando 
bajo el peso de esta vida, 
si no es porque el temor al más allá, 
la tierra inexplorada de cuyas fronteras 
ningún viajero vuelve, 
detiene los sentidos y nos hace 
soportar los males que tenemos 
antes que huir hacia otros que ignoramos? 
La conciencia nos vuelve unos cobardes, 
el color natural de nuestro ánimo 
se mustia con el pálido matiz del pensamiento, 
y empresas de gran peso y entidad por tal motivo 
se desvían de su curso y ya no son acción. 

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